Historia de una historia increíble

        Como podrán ver gracias a la fecha de publicación, esta es mi primera entrada en el blog, y creo que no hay mejor manera de adentrarnos en él que con una mención especial a Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, obra de la que -supongo habrán deducido- obtuve el nombre de mi sitio web.
        Y es que esta obra maestra, a la que todo escritor serio aspira, es un libro que marca un antes y un después en la vida de uno. Desde que se comienza la lectura del primer párrafo, que se aferra a la memoria con una facilidad endiablada y que demuestra el dominio de la literatura de Gabo, hasta la última frase con la que se concluye la novela, todo libro leído anteriormente parece pasar a un segundo plano. La prosa sumamente cuidada de Cien años de soledad trabaja con conceptos puros, con un exotismo que aporta un carácter incalculable a la narración, con una riqueza léxica que solo alguien como Gabo puede revelar al mundo, y todo ello sin alcanzar la pedantería, lo enrevesado, las complicaciones innecesarias que harían de su lectura algo muy diferente; sino todo lo contrario, rebosa sobriedad intelectual con términos simples, conocidos, y con unos recursos que causan un gran efecto en el lector no acostumbrado a leer buena literatura. La obra de García Márquez es una lectura obligatoria para todo aquel que quiera saber de qué va escribir algo que merezca la pena, de qué va leer, de qué va la vida.
        Cien años de soledad es una lección moral de una valor insospechado, es una lección sacada de una historia cruda y nostálgica, es un diccionario mitológico que juega con el imaginario colectivo, con lo que se conoce pero no se sabe que se conoce. Y es que no hay más que ver lo que se ha denominado el realismo mágico. Todos esos sucesos inexplicables y toda esa fantasía verdadera salen de las raíces de la antropología, de lo que todos y cada uno de nosotros ha pensado que podría ser posible alguna vez. ¿Quién ha dicho que no se puede adivinar el futuro? ¿Quién ha dicho que una mujer no se puede ir volando gracias a una sábana y un fuerte viento? ¿Quién ha dicho que no puede nacer un niño con cola de cerdo? Son cosas completamente posibles en nuestra imaginación, que no necesitan explicación, que basan su autenticidad en ellas mismas, pero para ello tiene que haber un buen escritor capaz de hacer sentir todos esos sucesos como pequeñas dosis de la más pura realidad. Gabo difumina con maestría los límites de lo imposible y lo real, y logra esa veracidad gracias a, como ya se ha dicho, la mitología popular.
        Es innegable la influencia de la Biblia en la creación de la sensación de familiaridad. y como ya dijo el propio García Márquez, lo que muchos consideran un insulto a la razón del ser humano y a la necesidad del ateísmo sin considerar su inconmensurable valor literario,"es un libro cojonudo donde pasan cosas fantásticas". Muchos eventos bíblicos (palabra que tenía un valor especial para él) tienen ecos en la obra, como, por ejemplo, el éxodo de las familias fundadoras, el diluvio que asola la aldea, las plagas que acosan a los habitantes y a su memoria, el carácter paradisíaco del Edén en los primeros años de Macondo, incluso el enorme árbol genealógico que abruma a todo aquel que no se digna a leer la novela  y que tan presente está también en la Biblia. 
        La Historia también juega un papel muy importante en la obra, pues ayuda a situar, hasta cierto punto, los sucesos dentro de una época determinada, pero incluso así, la sensación de pasado vivido, de añoranza por esa juventud que va desapareciendo y  la muerte que va llegando a cada personaje, y el aprendizaje sobresalen todavía más, pues Gabo nos regala unas preciosas enseñanzas a lo largo de la narración, y que llegan tanto gracias a la complicidad desmesurada que se llega a tener con los personajes. En ellos vemos a nuestros abuelos, a nuestros padres, a nosotros mismos, a nuestros hijos, a la humanidad entera, es una profecía destinada a cumplirse (algo que fascinó a García Márquez en Edipo Rey, de Sófocles) y de la que nadie es capaz de huir.
        Francamente, podría continuar escribiendo sobre este fantástico libro hasta que me lleve un vendaval bíblico, pero me temo que hasta aquí llega esta primera entrada, la cual me ha causado muy buenas sensaciones y espero que os guste tanto como me ha gustado a mí, y si por casualidad algún despistado comenzó a leerla por curiosidad y ha llegado hasta este último párrafo de conclusión sin haber leído jamás lo que para mí es, sin duda alguna, el punto álgido de la literatura hispanoamericana del siglo XX, espero haberle dado suficientes motivos para que salga corriendo a su biblioteca o librería más cercana a pillarse un ejemplar de Cien años de soledad, porque se vive mejor con uno mismo después de leerlo. 

Un saludo y hasta la próxima.

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