En el camino, de Jack Kerouac: alcohol, jazz y carretera
Los libros son importantes. Son importantes porque son manifiesto, son testimonio y son predicción, son la realidad y son la ficción, son materialidad e intangibilidad, son, en definitiva, una pieza más del entramado de engranajes que contribuyen a la construcción y evolución cultural de una sociedad y de la identidad propia del individuo. Cuando un (buen) autor publica un libro, lo hace como si echase a volar una grulla de origami, esperando a que ese inofensivo trozo de papel llegue lejos con el viento y consiga que una persona se cuestione algo; porque de eso va la literatura y la tarea de leer, va de cuestionarse ideas, creencias, experiencias y, por supuesto, a uno mismo, pues el fin último de toda mente curiosa debería ser el de establecer un diálogo con todo, obtener respuestas, aprender y, además de identificar fenómenos, cuestionarse la razón de ser de estos. En el camino es esa clase de libros. Si ha sido capaz de trascender al tiempo y a varias generaciones es justamente porque, más que dar respuestas, plantea cuestiones que atentan contra el núcleo de la vida convencional y de la existencia vacía usando como armas una belleza y una potencia vital que se desgranan sin cesar a lo largo de páginas y páginas.
El protagonista es Sal Paradise, un alter ego que Kerouac utiliza para llevar el hilo conductor de la narración. Es un escritor amateur que tiene una serie de amigos intelectuales, todos pseudónimos de personas reales: Carlo Marx (Allen Ginsberg), Dean Moriarty (Neal Cassady), Old Bull Lee (William S. Burroughs), etcétera. Dean Moriarty se planta un día en el apartamento de la tía de Sal y le habla del Oeste. Con esa premisa (prefiero no destripar el libro, sólo hablar de él) comienza la historia. Desde el primer momento, el Oeste se convierte en un destino de peregrinaje, la tierra prometida pero no sagrada. Todo el mundo quiere ir allí, pero nadie se queda por mucho tiempo, pues lo importante es mantenerse en la carretera, "on the road". Esta idea del viaje como motor del crecimiento personal viene de lejos (La Odisea, por ejemplo), y ya en el siglo XX es algo que flota en el imaginario colectivo. No obstante, hay un factor que varía, y es el concepto de lo americano. Desde la independencia del Imperio Británico, EEUU experimentó una paulatina (y sangrienta) expansión hacia el Oeste, el sitio de los self-made men, y Kerouac, que no tiene un pelo de tonto, también juega con esto. América está en todo y en todos; cuando se describe a un personaje, no es "Juanito" ni "Pepito", sino un "okie" (gentilicio para la gente de Oklahoma), "un tío de Nebraska", y así con la mayoría. El paisaje también es América: el gran desierto, la carretera solitaria que se abre paso entre montañas y cañones, el calor, la nieve, el atardecer, la noche, el aire; todo es América y todo es vida, y Sal, que se describe a sí mismo con bastante modestia y se declara, ante todo, un observador, viaja a través de ese paisaje americano a toda velocidad con Dean Moriarty, haciendo autoestop o incluso caminando. La cuestión es realizar el viaje, ser consciente de él, aprehenderlo.
Otra parte importantísima en la novela es la experiencia humana como algo que existe por existir y que no tiene por qué tener otro objetivo más que vivirla. Es un concepto que va directamente contra el ya mascado sueño americano y se convierte en un carpe diem justificado por el testimonio. Dean Moriarty, que es un tío frenético, hiperactivo, con ganas de todo, es la materialización de esta idea. Sal (Kerouac), por su parte, un poco como Kant, trata a la gente interesante, auténtica, como fines en sí mismos, no como medios para conseguir algo; casi como si quisiese extraer la pulpa de la vida de cada individuo que se encuentre en el viaje. Habla con vagabundos que viajan en tren, con granjeros, con mexicanas, con prostitutas, y saca algo de ellos, los fija en un marco de su mundología particular; Kerouac no aliena, sino que libera, abraza la pluralidad en todos sus sentidos. Esta idea, como ya he dicho, es reiterativa a lo largo de toda la obra, pero los fragmentos que quizás la cristalizan con mayor precisión son los siguientes:
"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ¡Ahh!"
Otra parte importantísima en la novela es la experiencia humana como algo que existe por existir y que no tiene por qué tener otro objetivo más que vivirla. Es un concepto que va directamente contra el ya mascado sueño americano y se convierte en un carpe diem justificado por el testimonio. Dean Moriarty, que es un tío frenético, hiperactivo, con ganas de todo, es la materialización de esta idea. Sal (Kerouac), por su parte, un poco como Kant, trata a la gente interesante, auténtica, como fines en sí mismos, no como medios para conseguir algo; casi como si quisiese extraer la pulpa de la vida de cada individuo que se encuentre en el viaje. Habla con vagabundos que viajan en tren, con granjeros, con mexicanas, con prostitutas, y saca algo de ellos, los fija en un marco de su mundología particular; Kerouac no aliena, sino que libera, abraza la pluralidad en todos sus sentidos. Esta idea, como ya he dicho, es reiterativa a lo largo de toda la obra, pero los fragmentos que quizás la cristalizan con mayor precisión son los siguientes:
"Pero entonces bailaban por las calles como peonzas enloquecidas, y yo vacilaba tras ellos como he estado haciendo toda mi vida mientras sigo a la gente que me interesa, porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas y entonces se ve estallar una luz azul y todo el mundo suelta un ¡Ahh!"
Fragmento del Capítulo 1 de la parte I (página 12)
"Mis días en Dénver estaban llegando a su fin; lo sentía cuando la acompañaba caminando hacia su casa. Al regresar me tumbé en el césped de una vieja iglesia entre un grupo de vagabundos y su conversación me hizo desear el regreso a la carretera. De vez en cuando uno de ellos se levantaba y pedía limosna a cualquiera que pasase. Hablaban de irse al Norte para la cosecha. El ambiente era cordial y cálido. Quería volver a casa de Rita y contarle muchas más cosas, hacer el amor con ella de verdad y quitarle el miedo que sentía hacía los hombres. Los chicos y las chicas americanos suelen ponerse tristes cuando están juntos; lo sofisticado es dedicarse de inmediato al sexo sin la adecuada conversación de corazón a corazón, aunque la vida sea sagrada y cada momento sea precioso. Oía la locomotora de Dénver y Río Grande silbar en dirección a las montañas. Quería continuar en pos mi estrella."
Fragmento del Capítulo 9 de la parte I (página 70)
No tendría mucho sentido pretender hacer un breve análisis de En el camino sin hablar del alcohol, las drogas y la música. Esto tres elementos aparecen página tras página y da la sensación de que se trenzan entre ellos para componer una oda al hedonismo puro y duro. Recordemos que los beat querían atiborrarse de vida, de cosas nuevas, elevarse por encima del yermo acomodado que era la sociedad americana de aquel entonces y revolucionarse a sí mismos. Y quizás fueron tomados como ejemplo a seguir porque no lo hacían por hacerlo, sino porque habían encontrado una justificación intelectual, por llamarlo de alguna manera, a todo ello. Los beat tenían una vastísima formación literaria y cultural, bebían de todas las fuentes que tuviesen disponibles, y no eran sabiondos, eran, de alguna manera, sabios (Burroughs). Naturalmente, el uso prolongado de todas estas sustancias tuvo sus posteriores consecuencias, pero incluso hasta arriba de alcohol, Kerouac soltaba frases lapidarias en entrevistas (hay algunas muy buenas por YouTube). Y retomando la idea de la música, es un elemento primordial. Hasta aquel entonces, poetas y escritores habían tomado como modelo la pintura, es decir, esforzarse en darle al lector una experiencia sensorialmente similar; sin embargo, los beat presenciaron cambios musicales en la historia musical gracias a la música negra, que se gestaba en los bares y locales de noche, y Kerouac lo vivió como pocos. Él y Ginsberg se proclamaron poetas del jazz, y en muchísimos fragmentos encontramos descripciones de melodías bop, jazz y decenas de referencias a mitos de este género. Si no me creen, véanse este vídeo, donde, a partir del minuto 3:01, Kerouac empieza a leer En el camino con música en directo. Y como fragmento para ilustrar todo esto, he elegido esta auténtica joya, que es casi una antología a seguir para los analfabetos de la música como yo que quieren saber un poco más acerca del jazz:
"Una vez hubo un Louis Armstrong que tocaba sus hermosas frases en el barro de Nueva Orleans; antes que él, estaban los músicos locos que habían desfilado en las fiestas oficiales y convertido las marchas de Sousa en ragtime. Después estaba el swing, y Roy Elridge, vigoroso y viril, que tocaba la trompeta y sacaba de ellas todas las ondas imaginables de potencia y lógica y sutileza... Miraba su instrumento con ojos resplandecientes y amorosa sonrisa y transmitía con él al mundo del jazz. Después había llegado Charlie Parker, un niño de la cabaña de su madre en Kansas City, que tocaba su agudo alto entre los troncos, que practicaba los días lluviosos, que salía para escuchar el viejo swing de Basie y Benny Molten, en cuya banda estaban Hot Lips Page y los demás... Charlie Parker dejó su casa y fue a Harlen y conoció al loco de Thelonius Monk y al más loco aún de Gillespie... Charlie Parker en sus primeros tiempos cuando flipeaba y daba vueltas mientras tocaba. Era algo más joven que Lester Young, también de Kansas City, ese lúgubre y santo mentecato en quien queda envuelta toda la historia del jazz; mientras mantuvo el saxo tenor en alto y horizontal era el más grande tocándolo, pero a medida que le fue creciendo el pelo y se volvió perezoso y despreocupado, el instrumento cayó cuarenta y cinco grados, hasta que finalmente cayó del todo y hoy lleva zapatos de suelas muy gruesas y no puede sentir las aceras de la vida y apoya el saxo contra el pecho y toca fríamente y con frases muy fáciles. Esos eran los hijos de la noche bop americana."
"Una vez hubo un Louis Armstrong que tocaba sus hermosas frases en el barro de Nueva Orleans; antes que él, estaban los músicos locos que habían desfilado en las fiestas oficiales y convertido las marchas de Sousa en ragtime. Después estaba el swing, y Roy Elridge, vigoroso y viril, que tocaba la trompeta y sacaba de ellas todas las ondas imaginables de potencia y lógica y sutileza... Miraba su instrumento con ojos resplandecientes y amorosa sonrisa y transmitía con él al mundo del jazz. Después había llegado Charlie Parker, un niño de la cabaña de su madre en Kansas City, que tocaba su agudo alto entre los troncos, que practicaba los días lluviosos, que salía para escuchar el viejo swing de Basie y Benny Molten, en cuya banda estaban Hot Lips Page y los demás... Charlie Parker dejó su casa y fue a Harlen y conoció al loco de Thelonius Monk y al más loco aún de Gillespie... Charlie Parker en sus primeros tiempos cuando flipeaba y daba vueltas mientras tocaba. Era algo más joven que Lester Young, también de Kansas City, ese lúgubre y santo mentecato en quien queda envuelta toda la historia del jazz; mientras mantuvo el saxo tenor en alto y horizontal era el más grande tocándolo, pero a medida que le fue creciendo el pelo y se volvió perezoso y despreocupado, el instrumento cayó cuarenta y cinco grados, hasta que finalmente cayó del todo y hoy lleva zapatos de suelas muy gruesas y no puede sentir las aceras de la vida y apoya el saxo contra el pecho y toca fríamente y con frases muy fáciles. Esos eran los hijos de la noche bop americana."
Fragmento del Capítulo 10 de la parte III (página 277)
Y la pregunta ahora es: bueno, ¿y todo esto en qué acabó? Pues el cocktail que publicó Kerouac se convirtió, junto con Howl, de Ginsberg, en el estandarte de una generación y en uno de los detonantes de toda una década: los sesenta, que, sin duda alguna, dejaron huella en América y, como consecuencia de la globalización y demás, en todo el mundo occidental. Pero bueno, eso ya es historia, aunque sí sería pertinente, queridos lectores, que considerasen esa época tras leer esta maravillosa (y una de las últimas) frase de John Lennon en una entrevista en 1980: "the thing the sixties did was to show us the possibilites and the responsibility that we all had. It wasn't the answer. It just gave us the glimpse of the possiblity." Y es que es eso, En el camino no da respuesta a nada, sólo da testimonio de un peregrinaje individual, sólo interroga al gran vacío americano, buscando que cada uno encuentre su propia respuesta, su propio camino.
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