Ursula Le Guin y la suave brisa de Terramar
Cuando se habla de literatura fantástica se suele dar por hecho, de manera
errónea, que es una literatura que carece de profundidad, una literatura que
responde únicamente a las ansias de imaginación desbocada de un público joven;
una literatura, en definitiva, que se ve incapaz de satisfacer las necesidades
de sublimación estética e intelectual propias de un público que se reserva para
sí mismo el término de “maduro”. Hace algunas semanas, en una librería del
centro, tuvo lugar la presentación de un libro de relatos inéditos de Tolkien,
ilustrados por el mismísimo Alan Lee, quien asistió al acto y muy amablemente
se pasó más de dos horas firmando ejemplares. Pues bien, resulta que el dueño
de la librería, encargado de organizar todas las charlas y encuentros con las
figuras de las letras contemporáneas francesas, se aventuró a decir, en la
presentación del acto y delante del propio Alan Lee, que la literatura
fantástica no tiene cabida en sus lecturas porque no va más allá de una narrativa
superficial. Como podrán imaginar, no faltaron las caras de perplejidad entre
el público y un muy justificado e incómodo silencio durante algunos largos segundos.
Este es uno de los ejemplos a los que me ciño cuando digo que se tiene a la
literatura fantástica encasillada de una muy mala manera.
Afortunadamente, uno no requiere de una larga lista de lecturas para para
darse cuenta de que no es así, y es por ello que hoy les traigo mi humilde
reseña sobre una saga que no solo demuestra que la literatura fantástica puede
ser una literatura tan buena como cualquier otra, sino que además ha sido capaz
de escaparse del férreo canon de Tolkien, que muchos otros han copiado. Esta
saga de la que les hablo es ni más ni menos que Terramar, de la increíble Ursula K. Le Guin. Esta escritora norteamericana
lleva a sus espaldas numerosas novelas de enorme calidad, y aunque también ha
sido prolífica en el ensayo y en poesía, el género que le ha ganado su
reputación a nivel mundial ha sido la narrativa. Empezó a hacerse un hueco en la fantasía y en
la ciencia ficción a partir de los años 50, y desde entonces no ha hecho más
que reinventar dos géneros en los que aportar un soplo de aire fresco no es
nada fácil. Quizás es por ello que, a lo largo de su extensa carrera, haya
ganado 5 premios Locus, 4 Nebula y 2 Hugo, así como la medalla de las letras
americanas, entre otros muchos. Pero, llegados a este punto, se preguntarán,
bueno, genial, ¿pero en qué ha sido innovadora la obra de Le Guin? A eso
intentaré responder con este análisis (sin spoilers) y reseña de Terramar.
El espacio en el que se desarrolla la obra es un enorme archipiélago en el
que hay dragones milenarios, la magia existe y los reyes gobiernan. Así, a
simple vista, parece que no es nada del otro mundo, otra novela del montón,
pero la calidad de la obra reside en centrarse en lo cotidiano, en lo personal,
en la intimidad psicológica de los personajes; sobre todo en Ged, el
protagonista. A medida que uno avanza en
la historia de Ged (llamado Gavilán la mayor parte del tiempo) y se le va
desvelando su identidad, o más bien la construcción de esta, la escala del
mundo se reduce drásticamente, y todo lo que podría haberse antojado como
épico, descomunal o heroico es llevado a un ámbito en el que la acción se ve
supeditada a la reflexión, a la búsqueda de un verdadero yo. El primer libro, Un
mago de Terramar, empieza y acaba con esta premisa. Sí, hay dragones, hay
batallas y hay magia, pero la narración nos cuenta el cómo estas acciones afectan
a los personajes en lugar de hacerlo a la inversa, que es el tratamiento
tradicional adoptado en este género. Le Guin ha dicho en muchas entrevistas que a la hora de
escribir fantasía o ciencia ficción siempre se ha centrado más en el lado
humano de sus personajes más que en el lado fantástico o sci-fi del espacio y el tiempo, puesto que, para ella, estos
últimos deben ser el pretexto y no el fin de contar una historia. Esta
concepción innovadora dentro de la fantasía tiene un efecto maravilloso en el
lector, y la magia de la literatura opera a toda máquina. A medida que uno lee
los libros, establece, de manera involuntaria, un diálogo reflexivo con la
obra, pues el héroe no es perfecto, el héroe quiere buscarse a sí mismo, ahondar
las profundidades de su ser, y las cuestiones que se extraen de estos hechos se
aplican a la propia vida, tal y como lo escribió Proust: La vraie vie, c’est
la littérature.
Otro elemento importante en la saga es el mar. Es una entidad omnipresente, forma parte del mundo y lo moldea, y Ursula Le Guin consigue con sus descripciones que sople un viento constante, una sensación de ligereza, de sensibilidad poética y de espacio abierto que es demasiado bonito como para que sea real, pero que ciertamente genera un placer inmenso durante la lectura. Es en estas descripciones donde Le Guin explota al máximo sus dotes de poeta, pues da siempre con los términos justos para transmitir un olor, una brisa o un paisaje. Además, el hecho de que gran parte de la historia tenga lugar en un vasto desierto de agua salada, en el que las distancias son enormes, justifica esa fijación de la autora por la introspección, y tomo como ejemplo para explicar esto el conocido poema de Baudelaire https://es.wikisource.org/wiki/El_hombre_y_el_mar. La importancia del mar también aparece en el desarrollo del personaje, pues tal y como sucede en la Odisea, es a través de los viajes entre un sitio y otro que se efectúa un aprendizaje, una lección, una meditación de incalculable valor. Ursula Le Guin, como toda gran figura de las letras, encuentra una coherencia y una cohesión temática que funciona a la perfección y que potencia en gran medida la calidad de su obra; pero no todo se reduce a esto.
Un hombre que, conociéndose en su totalidad y en su verdad, no puede ser utilizado ni poseído por otra fuerza que no sea él mismo, y cuya vida, por consiguiente, no es vivida sino que por la vida en sí, y en ningún caso al servicio de la destrucción, del dolor, del odio o de las tinieblas.
(Traducción libre de la versión francesa publicada por Le Livre de Poche, páginas 248-249).
Otro elemento importante en la saga es el mar. Es una entidad omnipresente, forma parte del mundo y lo moldea, y Ursula Le Guin consigue con sus descripciones que sople un viento constante, una sensación de ligereza, de sensibilidad poética y de espacio abierto que es demasiado bonito como para que sea real, pero que ciertamente genera un placer inmenso durante la lectura. Es en estas descripciones donde Le Guin explota al máximo sus dotes de poeta, pues da siempre con los términos justos para transmitir un olor, una brisa o un paisaje. Además, el hecho de que gran parte de la historia tenga lugar en un vasto desierto de agua salada, en el que las distancias son enormes, justifica esa fijación de la autora por la introspección, y tomo como ejemplo para explicar esto el conocido poema de Baudelaire https://es.wikisource.org/wiki/El_hombre_y_el_mar. La importancia del mar también aparece en el desarrollo del personaje, pues tal y como sucede en la Odisea, es a través de los viajes entre un sitio y otro que se efectúa un aprendizaje, una lección, una meditación de incalculable valor. Ursula Le Guin, como toda gran figura de las letras, encuentra una coherencia y una cohesión temática que funciona a la perfección y que potencia en gran medida la calidad de su obra; pero no todo se reduce a esto.
Desde el principio de la obra, hay un afán por hacer las cosas de una manera diferente, y esta voluntad por parte de Ursula Le Guin, presente sobre todo a través de tres elecciones de contenido, merece ser analizada. Para comenzar, la mayor parte de los personajes son de raza negra, mientras que los blancos se convierten en una minoría dentro de este mundo. Esta transprosición es algo muy acertado y que contribuye a dar visibilidad a una parte de la población a la que hasta hace no mucho se le renegaba el derecho de ser protagonista y que ahora empieza a reclamar el sitio que le pertenece por derecho propio https://en.wikipedia.org/wiki/Nnedi_Okorafor. Además, Le Guin se atribuye (y con todo el derecho del mundo, pues las fechas de publicación hablan por sí solas) la creación de la primera escuela de magia, mucho antes de que Rowling llegase con el Hogwarts que vemos en Harry Potter. De hecho, hay muchos elementos que parecen haber sido plagiados sutilmente por Rowling (un mago poderoso es el director, hay un personaje que le hace la vida imposible al protagonista en la escuela...), pero bueno, tampoco nos vayamos por las ramas con polémicas. Y por último, pero no menos importante, podemos ver que Le Guin opta por dejar de lado el dualismo entre el bien y el mal que Tolkien impuso, de una manera u otra, en la fantasía. En Terramar, nadie es completamente bueno y nadie es completamente malo, sino que todo depende de la circunstacia, y normalmente detrás de los actos considerados como malos, siempre hay alguna razón de motivo personal, algún miedo, que ha impulsado al personaje a llevarlos a cabo, y esto, una vez más, aunque sea fantasía, hace que las novelas se sientan mucho más reales que aquellas en las que todo está bien delimitado y exento de ambigüedad.
Y ya para concluir, me gustaría comparar de manera breve los libros con la adaptación animada que hizo el Studio Ghibli en 2006 https://en.wikipedia.org/wiki/Tales_from_Earthsea_(film). Normalmente, las películas Ghibli no suelen defraudar, pero en este sentido, "Cuentos de Terramar" parece no terminar de despegar como adaptación de la obra. Como filme aislado de la saga puede ser digestible, pero comparado con esta pierde muchos puntos. Para empezar, tenemos una serie de elementos que le dan carácter a los libros y que en las películas son totalmente suprimidos sin razón aparente (el color de piel, por ejemplo). Después, tenemos la trama. En la saga, cada uno de los libros puede (pero no lo recomiendo) leerse de manera individual y tiene su propio argumento, pero en la adaptación mezclaron elementos de todos ellos de manera vaga y aleatoria y el resultado es una historia con fallos argumentativos y que parece no ser coherente consigo misma. Y, por último, la personalidad de Ged. En los libros experimentamos, y mucho, todo el drama personal que él atraviesa a lo largo de la historia, mientras que en las películas lo vemos por primera vez como un extranjero misterioso y así se queda hasta el final, sin que tenga lugar ningún tipo de desarrollo personal. No obstante, he de admitir que no todo en las pelis se hizo mal: en algunas escenas se capta muy bien la atmósfera que sugiere la prosa de Le Guin, y la música, como siempre, es exquisita; aunque eso sí, si tuviera que elegir entre los dos, recomiendaría, sin duda alguna, leer la saga antes que ver el filme.
En definitiva, Terramar me ha encantado y les animo, si tienen la oportunidad de leer la saga, que le den un intento, pues no acabarán defraudados:
La luz es poder. Un gran poder gracias al cual existimos, pero que existe por sí solo, más allá de nuestras necesidades. La luz del sol y de las estrellas son el tiempo, y el tiempo es la luz. En la luz del sol, en los días y en los años, ahí es donde yace la vida.
(Traducción libre de la versión francesa publicada por Le Livre de Poche, página 225)
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