De ratones y hombres, de John Steinbeck

       Hay muchos tipos de escritores, eso no hay quien lo niegue. Los que hay que buscan dar con la fórmula de un best seller, los hay que quieren alcanzar la mayor belleza posible con las palabras, los hay que quieren ver sus obras llevadas a la gran pantalla y los puede haber que simplemente quieran contar una buena historia, y estos últimos son mis favoritos. Porque, aunque todas las demás variantes son válidas, respetables y, cómo no, dignas de elogio, cuando un texto es natural, delicado y suave, es decir, que se lee solo, suele haber detrás un gran orador por escrito, un escriba de lo puramente bello, alguien capaz de mezclar con la pericia suficiente lo que su realidad le ofrece como materia prima con lo que su desbocada imaginación le pueda proporcionar por la espalda (como las abuelas con el dinero, sí). El señor que nos ocupa hoy, y que pertenece a este tipo de escritores, es, ni más ni menos, que John Steinbeck, Premio Nobel de Literatura en 1962 y, ante todo, un verdadero contador de historias, de esos que poseen una dicción innata. Entre los libros que proporcionaron el amplio beneplácito de la crítica, uno que destaca por su simpleza estilística y argumental, así como por la gran variedad de temas que toca, es De ratones y hombres, el cual analizaremos hoy.





       
       Del mismo modo en que García Márquez habría de concebir Macondo como el lugar en el que desarrollaría Cien años de soledad, John Steinbeck conjugó los recuerdos de su ciudad natal, Salinas (California), con el ambiente empobrecido y desesperanzador de la crisis de los años treinta, tras el Crack del 29, cuyos efectos habían dejado huérfanos a los cincuenta estados. Los dos protagonistas se llaman George y Lennie, una pareja de amigos incondicionales con un sueño: reunir el suficiente dinero como para tener su propia granja y ser felices criando animales (entre ellos, suaves conejos para Lennie). Para llegar a esa meta, deambulan de granja en rancho, buscando trabajos temporales, pero, en el último de ellos, un incidente relacionado con Lennie les obliga a huir y buscar otro sitio. Con esta premisa comienza el libro. Lo primero que puede chocar al lector es la enorme simplicidad de las descripciones y la belleza estilística que desencadena; no hay adjetivos barrocos ni formas poéticas, sólo lo que tiene que haber. Las frases cortas, certeras y objetivas son reminiscentes del estilo de Hemingway, que ocho años antes había publicado Adiós a las armas. De hecho, da la sensación de que Steinbeck buscaba con esta novela cierto carácter teatral o incluso cinematográfico, pues el hilo conductor de la acción es casi siempre el diálogo,y los mecanismos narrativos son propios de una obra de teatro: presentación del escenario, personajes, caracterización, conflicto, búsqueda de la solución, clímax y final. Otro aspecto que incita a considerar la obra como un híbrido entre drama y narración es la estructura en capítulos (7 en total), y que divide la trama en lo que podríamos considerar como escenas. Es tal la aparente simpleza de la obra y su fácil lectura que, por lo que ha llegado a mis oídos, es un clásico en los institutos estadounidenses, aunque ahora desentrañaremos otras posibles causas que hacen de esta obra una lectura obligatoria entres los adolescentes.
       
       En primer lugar, tenemos el tema de la amistad y la fraternidad. George y Lennie no se parecen en nada, son personajes constituidos como fuerzas antagónicas,opuestas, pero es en el sueño que comparten donde ambos entrelazan sus caminos y vidas, como el pez payaso y la anémona. Steinbeck deja esta aparente contraposición bastante clara desde la primera vez que aparecen en la obra:
       
        Habían caminado en fila por el sendero, e incluso en el claro uno quedó atrás del otro. Los dos vestían pantalones de estameña y chaquetas del mismo género con botones de bronce. Los dos usaban sombreros negros, carentes de forma, y los dos llevaban prietos hatillos envueltos en mantas y echados al hombro. El primer hombre era pequeño y rápido, moreno de cara, de ojos inquietos y facciones agudas, fuertes. Todos los miembros de su cuerpo estaban definidos: manos pequeñas y fuertes, brazos delgados, nariz fina y huesuda. Detrás de él marchaban su opuesto: un hombre enorme, de cara sin forma, grandes ojos pálidos y amplios hombros curvados; caminaba pesadamente, arrastrando un poco los pies como un oso arrastra las patas. No se le balanceaban los brazos a los lados, sino que pendían sueltos. 
Fragmento del capítulo 2 (páginas 7-8, De ratones y hombres)

Sin embargo, las diferencias van más allá del aspecto físico. Lennie es enorme y tiene mucha fuerza, lo que es genial para trabajos corporales como los de un rancho, pero tiene un profundo retraso mental que hace que incluso se le olviden las cosas más simples. George debe decirle en todo momento hacia dónde van, cómo tiene que comportarse o recordarle incluso quién era su abuela. Lo único que apasiona al bonachón de Lennie son las cosas suaves, como los ratones, pero siempre que los tiene en las manos termina matándolos porque no controla ni su fuerza ni su predilección por la suavidad. Me gustaría no destripar la novela de manera descarada, pero es un foreshadowing como una casa lo que Steinbeck nos plantea desde el capítulo 2, de manera que el lector sabe lo que va a pasar y simplemente espera a que acontezca a medida que sigue leyendo. Como dijimos antes, aquello que mantiene unidos a estos dos polos opuestos es el sueño que comparten y que, de alguna manera, simboliza la meta de su amistad en la novela y la esperanza de todo un país en un nivel simbólico (recordemos la situación de los EE.UU. a principios de la década de los treinta). Lennie, que es el único personaje inocente y puro de la novela, es el que se encarga de mantener vivo el fuego de esa esperanza; todos los demás personajes que aparecen en la novela tienen tonos grises, son almas yermas, individuos que se han abandonado al pesimismo de la vida como peones.


       La novela se adentra en el planteamiento de muchos otros problemas de la sociedad norteamericana y,en algunos casos, de la sociedad contemporánea, tales como la segregación de los negros (Crooks es un esclavo que sufre el peor de los racismos), la visión del sexo femenino como un objeto que se puede poseer (la mujer de Curley), el conflicto entre la alienada clase obrera y el capitalista con un mensaje claramente desesperanzador: los pobres serán pobres y los ricos, ricos; etc. Es interesante ver cómo cada personaje cambia y evoluciona, y suele ser siempre a mejor, pues llega un punto en el que varios hombres que trabajan en la nueva granja se alían con George y Lennie para cultivar sus propias tierras, pero los marcos impuestos por las condiciones socioecononómicas son tan insalvables como lo pueden ser a veces en la vida real, y por eso mismo me gusta tanto el realismo "visceral" de Steinbeck; no es un realismo solamente estilístico, sino vital, temático. La odisea particular de George Y Lennie no es tan solo tener un rancho, es encontrar aquello que ellos creen que les pertenece por derecho propio, aquello que la comunidad les niega: ser dueños de sus propias vidas. 


       -Los hombres como nosotros, que trabajan en los ranchos, son los tipos más solitarios del mundo. No tienen familia. No son de ningún lugar. Llegan a un rancho y trabajan hasta que tienen un poco de dinero, y después van a la ciudad y malgastan su dinero, y no les queda más remedio que ir a molerse los huesos en otro rancho. No tienen nada que esperar del futuro.

Lennie estaba encantado.
-Eso es..., eso es. Ahora, explícame, cómo somos nosotros.
George prosiguió.
-Con nosotros no pasa así. Tenemos un porvenir. Tenemos a alguien con quien hablar, alguien que piensa en nosotros. No tenemos que sentarnos en un café malgastando el dinero sólo porque no hay otro lugar adonde ir. Si esos otros tipos caen en la cárcel, pueden pudrirse allí porque a nadie le importa. Pero nosotros, no.
-¡Pero nosotros no! -interrumpió Lennie-. Y ¿por qué? Porque... porque yo te tengo a ti para cuidarme, y tú me tienes a mí para cuidarte, por eso. -Soltó una carcajada de placer-. ¡Sigue ahora, George!

George le empieza a contar a Lennie, una vez más, cómo va a ser la granja. Fragmento del capítulo 2 (páginas 24-25, De ratones y hombres).

Creo que no sería conveniente continuar analizando muchos otros aspectos de la novela, pues ello implicaría revelar muchos aspectos importantes de la trama, lo que reduciría, sin duda alguna, el fervor lector que se origina desde la primera página, y a mí lo que me interesa es que se lean el libro y destripen su significado. Como hemos llegado a lo que veo que es el último párrafo de la entrada, me gustaría simplemente instarles una vez más a que lean De ratones y hombres, es uno de los libros que más he disfrutado; su lectura es rápida, pero muy intensa (lo devoré en una sola madrugada), por lo que no se arrepentirán. 
PD: Ya de paso, les recomiendo La perla, de Steinbeck también, y que comparte una serie de similitudes con De ratones y hombres, entre ellas su alegorismo moralizador y su brevedad.

Hasta la próxima.



  




         

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